Cuauhtémoc

Published on febrero 5th, 2024 | by Jorge Reyes

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Opinión: Los valores democráticos y de convivencia en juego, por Pbro Camilo Daniel

Pbro. Camilo Daniel Pérez

Tal vez nunca como ahora en la historia moderna del País han estado en juego los valores democráticos y de convivencia social en la vida nacional y, especialmente, en las próximas elecciones del 2024. Por cierto, dichos valores son ampliamente tratados y reflexionados en la doctrina social de la Iglesia. En base a ella, me permito hacer algunos comentarios al respecto.

Ante todo y, en primer lugar, debo mencionar que a lo largo y ancho del pensamiento social cristiano está la siempre necesidad de la participación ciudadana. No hay duda de que los verdaderos cambios para el bien de una nación se dan cuando los ciudadanos asumen su responsabilidad social defendiendo, participando y apropiándose de las exigencias del Bien Común. Nunca hay que olvidar que los funcionarios públicos son los mandatarios de la sociedad civil. Literalmente están para “hacernos los mandados” a todos los ciudadanos. Ningún funcionario público tiene el derecho a clasificarnos de “chairos”, “fifís”, de derecha o de izquierda. Él deberá atender simple y llanamente a todos y a todas en calidad de ciudadanos (as) sea como individuos o como sociedad civil organizada. Por otra parte, nadie se puede abrogar la representación absoluta y total de la ciudadanía que, bajo otras denominaciones, forma el pueblo en su conjunto.

Desafortunadamente la tendencia en buena parte de los políticos consiste en tratar a los ciudadanos como meros “clientes” dando dádivas en lugar de reconocerles como ciudadanos con sus derechos y sus propias obligaciones, incluso llegando a nulificarlos como personas dependiendo sólo del erario público.

Como muy bien lo establece el artículo 39 de nuestra Constitución: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder político dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste.”

A partir de esta consideración fundamental, me permito reflexionar sobre algunos valores sociales y políticos esenciales para la vida democrática de un País.

LA LIBERTAD: Se da cuando se reconoce la dignidad de las personas, el valor intrínseco de la naturaleza y que cada uno puede manifestarse como es. Por consiguiente, libertad es la autorrealización de acuerdo a la propia naturaleza y a la capacidad o habilidad que se tenga para asumir una libre determinación sin lesionar el bien de los demás.

El riesgo más grande en contra de la libertad es la manipulación informativa: ya sea cuando se dice que todo va bien, cuando en realidad todo va mal, cuando se ocultan los problemas distrayendo la atención en otros asuntos, cuando se compran los medios de comunicación o se descalifican aquellos que tratan temas o asuntos que no le convienen al gobierno en turno. Además, un riesgo muy importante para coartar la libertad es la utilización de la inteligencia artificial, las fake news (noticias falsas) o los espionajes como el de pegasus; sin embargo, lo más grave son las amenazas, las agresiones y las ejecuciones a periodistas y defensores de los derechos humanos.

LA VERDAD: Consiste, ante todo, en admirar la armoniosa belleza de la realidad actuando ante ella, con y en ella tratándola con objetividad, congruencia, transparencia, participación y celebrándola mediante memoriales y simbolismos.

La verdad objetiva es la aceptación responsable de los hechos, de los eventos y de las consecuencias de los actos realizados sobre determinado asunto. De ninguna manera es aceptable escudarse en responsabilidades ajenas sin asumir y afrontar las propias “hic et nunc” (aquí y ahora). La verdad objetiva se lesiona con el ocultamiento, la desinformación y, lo más grave, la negación de los hechos.

La verdad congruente se da cuando la actuación de los implicados en determinado asunto se da conforme a lo dicho, lo acordado y lo prometido. Lo contrario es el engaño, la falta de cumplimiento en lo acordado, la magnificación exagerada de obras o hechos realizados para ocultar las omisiones, indolencias o incapacidades.

La verdad transparente se da cuando hay rectitud de intención, honestidad y lealtad buscando con sinceridad el bien de todos los implicados en determinado asunto. Lo contrario es la doble intención con la voluntad de hacer daño u obtener ventajas a costa de los demás. Por ejemplo, repartir dádivas para comprar voluntades (votos), administrar la pobreza para conseguir fines particulares, etc.

La verdad en la participación se da cuando surge la necesidad de manifestarse conjuntamente, de una u otra forma, para exigir que se actúe conforme al derecho y la justicia en determinado asunto. Lo contrario a esta verdad participativa es la represión velada, oculta o manifiesta del poder establecido. La tendencia general por parte del gobierno es la de minimizar, ignorar o sofocar las llamas del fuego de la verdad.

Finalmente, la verdad necesita ser celebrada para que nunca sea olvidada mediante ritos, memoriales, monumentos, simbolismos, etc. Por ejemplo, marchas en pro de la paz del ine, las cruces levantadas en la Plaza Hidalgo de Chihuahua, las del campo algodonero de Juárez, la placa conmemorativa del asesinato de Marisela Escobedo a la entrada del edificio gubernamental, la plaza de los 13 jóvenes asesinados en Creel, etc. Lo contrario de esta verdad simbólica y celebrativa es la distorsión que de ella se hace ignorando, evitando o destruyendo memoriales, o bien, distorsionando con “la historia oficial” la historia verdadera de los pueblos y comunidades.

LA JUSTICIA consiste en reconocer a cada ser aquello que le corresponde, lo que le es propio y debido tomando en cuenta el respeto a los derechos humanos, atendiendo a las clases sociales más desfavorecidas y saldando la “deuda ecológica” por el uso distorsionado y la expoliación que se ha hecho de la naturaleza.

El más grande reto que se tiene especialmente para la justicia social es el antropocentrismo (en nuestro caso el presidencialismo) y la ambición. El presidencialismo se da cuando el Presidente tiene la idea distorsionada de que la Nación le pertenece y que todo gira en torno a él y, por tanto, se erige como el árbitro absoluto de toda la vida política y social y se atribuye, además, la facultad de señalar arbitrariamente quiénes son los buenos y quiénes son los malos, de acuerdo naturalmente a su muy particular punto de vista. Además, él puede nombrar a sus posibles sucesores con el mote denigrante de “corcholatas”. Todo esto a la vieja usanza del Pri.

La ambición, por su parte, lleva a unos seres humanos al acaparamiento de bienes a costa de la pobreza y necesidad de los demás, imponiéndose el economicismo, sistema neoliberal que causa la marginación de los más débiles. Por otra parte, desgraciadamente en todos los partidos políticos se da, sin excepción, la lucha por el poder político, no para servir, sino para obtener prebendas.

De ahí la importancia cada vez más urgente de “ciudadanizar” a los candidatos, a los que aspiran a un cargo de elección popular. Responsabilidad nuestra, como ciudadanos, es vigilar a quienes acceden a un cargo público. Ciertamente urge conocer y aplicar la llamada justicia restaurativa (sanando personas) culminando con la justicia transformadora (sanando ambientes).

EL AMOR es el fundamento de todos los demás valores humanos y democráticos. Es donde brotan la confianza, la amistad, la solidaridad ante los desequilibrios y la falta de libertad y justicia. Hablamos del amor no en el ámbito privado sino como la base y el fundamento de la “polis” (ciudad), de toda relación política y social. Santo Tomás de Aquino afirmaba que toda convivencia civil y política está basada en la amistad civil y en la fraternidad que brotan del amor. Recordemos que el lema de la revolución francesa era “Libertad, Igualdad, Fraternidad.”

En estas situaciones de violencia y crueldad exacerbadas, es muy importante socializar esa expresión fina y delicada del amor a la que llamamos ternura, pero es igualmente importante no “feminizarla” ni tampoco “infantilizarla”, mucho menos pensarla como una simple excitación sentimental. La ternura esencial, como la llama Leonardo Boff, es la expresión profunda y gratificante del amor que acepta y siente al otro como otro. Desde el aspecto social y político es una fuerza capaz de transformar los más pesados ambientes porque en el detalle del abrazo, del saludo, del apretón de manos, de la frase conciliadora, de ofrecer el asiento incluso al enemigo… se insinúa aceptación, tolerancia, respeto, dignidad y una gran calidad humana. Con razón decía Tomás Borges que la solidaridad es la ternura de los pueblos.

Lo contrario de la ternura es precisamente, como ya lo expresábamos, la violencia, la crueldad, la palabra ofensiva y altanera, el mote degradante, el ensañamiento, el resentimiento que sólo pueden brotar del odio, del deseo de venganza o, simplemente, de la falta de argumentación o de convicción en lo que se defiende…

Desafortunadamente cuando en política se da este tipo de tratamiento entre funcionarios, como hemos visto que sucede en el Congreso de la Unión o en la relación con el Presidente Nacional, es imposible dialogar para lograr algún acuerdo. Es hipocresía decir que se respeta la opinión del contrario cuando no hay ni la más mínima voluntad de escucharlo. Sus argumentaciones caen en el vacío.

Concluyo este artículo con lo que un servidor escribía en el 2021: La corrupción es el principio o, mejor dicho, la fuente de muchos males que aquejan a nuestro País, como el crimen organizado, la dilapidación de los bienes, los deficientes servicios, acumulación de riquezas en unos cuantos y la profunda desigualdad social. La corrupción, pues, no sólo es robar, sino mal administrar los bienes públicos y solapar responsabilidades como en la tragedia de la línea 12 del metro. “Que las próximas elecciones sean una ocasión propicia para retomar la senda de la buena política y fortalecer nuestro régimen democrático tan atacado.” (Episcopado Mexicano 2021).


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